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domingo, 14 de noviembre de 2010

Carmen Calvo magistral

El pasado viernes tuve la ocasión de asistir a una conferencia impartida por la exministra de Cultura y actual presidenta de la Comisión de Igualdad del Congreso, Carmen Calvo, de la que salí muy gratamente impresionado.
Imposible resumir en unas líneas la magistral exposición con que abordó diferentes cuestiones relacionadas con la violencia de género y sus causas y características. La amenidad de su exposición y la profundidad y clarividencia con que supo hilvanar su discurso queda para el numeroso público que tuvo la suerte de asistir a su magnífica conferencia.
Sólo me dentendré en algunas ideas que llamaron mi atención, simplemente para exponerlas.
En primer lugar el perfil del maltratador, que en la generalidad de los casos no es un sádico sino un hombre frustrado que proyecta su frustración contra la mujer que tiene a su lado y le sirve de sustento, al ser incapaz de reividicarse frente a la sociedad.
Por otro lado el modelo vital que se nos induce a cada momento y desde todos los frentes, en el que la felicidad del hombre se identifica con su capacidad de consumo infinito de bienes materiales, lo que trae consigo su permanente frustración, al constituir un objetivo vital de imposible cumplimiento.
También un dato para la reflexión: últimamente el número de suicidios supera al de fallecimientos por accidentes de tráfico.
Y una interesante consideración con respecto a las carencias del modelo educativo institucional, en el que se sobrestiman los conocimientos científicos por encima de los valores y el entrenamiento de los comportamientos humanos, así como de la educación familiar, que abdica de inculcar a los hijos el sentido de la responsabilidad y del deber, con la consiguiente generación de analfabetos sociales incapaces de asumir las obligaciones que conlleva la vida independiente.
Por último, la necesidad imprescindible de que la incorporación en plano de igualdad de la mujer a la vida social en todas sus dimesniones, traiga también consigo el equilibrio social de los valores masculinos y femeninos, actualmente inexistente por preponderancia de los primeros, y muy particularmente el de la ternura tanto en el tratamiento de los asuntos públicos como de los privados. 

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