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domingo, 17 de julio de 2011

Crispación y política

Leo en El País que Rubalcaba asegura que no va a utilizar el "caso Camps" de forma electoral, y que quiere huir del "rifirrafe constante", que considera "mortal para la política". Esa afirmación es coherente con el compromiso de “mejorar la democracia” que R anunció recientemente en su discurso de presentación como candidato a la presidencia del Gobierno.

Quiero decir al respecto que estoy convencido de que el clima de crispación que inunda la política está en la causa de nuestro déficit democrático.

Es muy habitual en nuestros días que el debate político se concrete en el insulto, la denostación o la feroz desconsideración del adversario. La confrontación de ideas y propuestas o la expresión de la legítima crítica y leal oposición frecuentemente se ve sustituida por absurdos diálogos de sordos aferrados a los planteamientos más sectáreos, en tanto que en el discurso político cotidiano ha tomado carta de naturaleza un cinismo exasperante que sin atisbo de rubor no tiene el menor inconveniente en defender las actitudes más vergonzosas o reprochables, o falsear la realidad, sesgar los datos o retorcer y manipular descaradamente los argumentos.

Entre otros efectos perversos, ese envilecimiento es causa de que muchas personas de valía se encuentren escasamente motivadas a participar en la política, así como también se encuentra en el origen de la abultada bolsa de abstención que se manifiesta en las elecciones. Una buena parte de la población percibe que el debate político se desenvuelve en ámbitos muy alejados de sus intereses, y que precisamente por eso resulta ineficaz para dar respuesta a sus problemas y satisfacer sus necesidades.

Pero esta degradación de la democracia también presenta evidentes beneficiarios: por un lado una cohorte de políticos adocenados que con escasos merecimientos irrumpen en la escena política aprovechando la ausencia de quienes con mejor preparación y criterio deberían encarnar la distinguida y noble función política; por otro, el conservadurismo, beneficiario natural del abstencionismo que la crispación política alimenta.

lunes, 11 de julio de 2011

La esperanza necesaria

Pienso que en el tratamiento de la crisis económica que atravesamos lo que más ha perjudicado al PSOE no han sido las medidas adoptadas, que bien explicadas mucha gente puede entender; lo que más daño le ha hecho es no haber sabido infundir esperanza.
La gente percibe que los ajustes que se están realizando son irreversibles, y se ha instalado la idea de que hay que revisar a la baja el estado del bienestar. Esta percepción perjudica a la izquierda socialdemócrata porque resta credibilidad al discurso que viene trasmitiendo en las últimas décadas. Mucha gente se siente engañada, defraudada por una izquierda que le había prometido el bienestar y que ahora sólo le ofrece sacrificio; por eso muchos de sus votantes están indignados y se abstienen o incluso se plantean votar a la derecha. A los planteamientos de la derecha española, en cambio, la crisis le viene de perlas, no sólo porque capitaliza electoralmente el descontento, sino porque le facilita adoptar las medidas de recorte social que siempre ha anhelado. 
El PSOE debería esforzarse en trasmitir el mensaje de que después de esta crisis el estado del bienestar no sólo seguirá teniendo sentido y vigencia, sino que profundizará sus logros en materia de educación, sanidad, servicios públicos e igualdad de oportunidades. 
El PSOE debe trasmitir esperanza en que se saldrá de esta crisis, y que tras los sacrificios se retomará una senda de crecimiento más sana y equilibrada que la que nos condujo a ella. 
Esperanza es el sentimiento fundamental que la izquierda debe difundir.

viernes, 1 de julio de 2011

Evitar que la indignación produzca reaccionarios

Hace unos días un activo indignado me invitó a participar en un foro en el que supuestamente se debate la puesta en marcha de un proceso constituyente auspiciado por Democracia Real Ya (DRY), una entidad surgida al parecer en el entorno del  15 M, que se encargaría de dotarle de fundamentos políticos y económicos estrcuturados y reconocibles.
Durante un par de días me asomé al mencionado foro y comprobé cómo una y otra vez se sucedían comentarios y aportaciones absolutamente inconexas y carentes de una mínima lógica argumental susceptible de ser analizada, pues cuando no se hablaba de qué nombre dar al foro y de quiénes eran o podían ser sus coordinadores, el pretendido debate transitaba por cuál debería ser el objeto de debate, cuestión sobre la que no es que no hubiera acuerdo previo, sino que ni tan siquiera era fácil vislumbrar las posibles opciones supuestamente barajadas.
Eso me puso en aviso de que la traslación a las redes sociales del movimiento 15 M se ha dejado muchos enteros enel camino, al menos en lo que al entorno DRY se refiere, no obstante lo cual continué durante otro día más siguiéndolo, invitando timidamente y con menor éxito a que alguno de los distintos y cambiantes coordinadores ejerciera su función.
Harto de leer tanto sinsentido se me ocurrió exponer la opinión que aquello me había generado y en consecuencia vaticinar que ese sistema de organización (de desorganización más bien diría)  no iba a conducir a nada. Añadí  como reflexión que la democracia que tenemos es más o menos razonable aunque por supuesto muy mejorable, y que la clave está en manejar bien los instrumentos, y en particular los partidos políticos, que hasta el momento son el mejor cauce de participación política que se ha inventado. Se me ocurrió, en definitiva, invitar a los indignados a tomar las riendas de los partidos, transformarlos y convertirlos en auténticos cauces de participaciíon y de liberación de tanta energía y talento como estaban demostrando. 
A partir de aquí sí se suscitó un debate, pero tendente a descalificar el sisterma de partidos actualmente vigente, lo que me habría parecido una postura lógica y razonable si no se hubiera expresado con un radicalismo intransigente y con tan alejada consciencia de la realidad que me llamó poderosamente la atención. 
Según mis antagonistas mi reflexión era absurda y disparatada pues desconocía que nos encontrabamos ante un proceso revolucionario que lo que pretende es la voladura del sistema y en ningún caso su reforma (cito más o menos textual), al tiempo que los partidos obedecen a un modelo estalinista de organización y obediencia ciga al líder, son inconstitucionales desde el momento en que imponen el mandato imperativo, y han venido a conformar una dictadura en la que los ciudadanos no son libres sino súbditos.
Aunque estas expresiones son coherentes con la vehememcia juvenil de quienes las exponen, me ha parecido percibir un grado de fundamentalismo y desconocimiento de la perspectiva histórica que no esperaba.

Creo que la indignación no debe llevarnos a cuestionar los fundamentos democráticos de un sistema que con todos sus defectos es históricamente el que mayores cotas de libertad, democracia y bienestar ha conseguido con muchísima diferencia.
No es esa la percepción que algunos indignados tienen, y cuando hablan de los partidos acaban diciendo las mismas cosas que decía Franco. 
Por eso creo que hay que andar atentos para evitar que la indignación produzca reaccionarios disfrazados de modernos, que es un riesgo.
Sería una pena porque en las plazas de España se ha expresado mucho sentido común y mucho talento y sobre todo una potente exigencia cívica de regeneración democrática.