Hasta ahora el PS de Melilla se centrado en determinar las causas de la derrota, y ello está bien, pero sería preciso dar al análisis un enfoque tal vez más interesante: el de interpretar cual es el mensaje que encierra esa derrota.
¿Qué han querido decir los melillenses con su voto?
Mi conclusión es clara, la ciudadanía de Melilla no ve al PS como una alternativa atrayente e ilusionante. Y no se trata de endosar culpas a nadie, tampoco a la actual dirección del partido pues es cierto que los deficientes resultados electorales se vienen cosechando desde hace bastante tiempo.
Pero del mismo modo que con distintas direcciones en el partido los resultados han sido parecidos a los actuales, hay que reparar en que éstos resultados también se han producido con diferentes adversarios en el gobierno.
Me parece muy simplista y equivocado endosar nuestras limitaciones al adversario. Sería como ponernos una venda en los ojos. Más nos valdría mirarnos a nosotros mismos en el espejo y ser capaces de interpretar cómo la ciudadanía nos está viendo.
Y parece evidente que la ciudadanía no ve al PSOE como alternativa. Cuántas veces no hemos oído criticar abiertamente al partido popular y a su comportamiento en el gobierno, para a renglón seguido afirmar que lo que ofrece la oposición no es mejor. Esta opinión está muy generalizada, asumámoslo, no para flagelarnos, sino para buscar soluciones. Nuestro partido no se puede resignar a la irrelevancia.
La ideología no se puede quedar en meras grandes palabras que reconforte pronunciar. Siempre he creído que la ideología de izquierda existe para hacerse realidad y que para ello se debe traducir en una opción posible y real. Una opción que debe conectar con la gente y no quedarse en la autocomplacencia.
Y no estoy de acuerdo con quien sostenga que Melilla es una ciudad de derechas en la que poco o nada se puede hacer. No es cierto. Melilla ha votado masivamente izquierda cuando la izquierda era un referente político y social atrayente. No nos engañemos, si ahora no la vota es porque no lo es.
Sin querer ser exhaustivo, en mi opinión un proyecto atrayente, una alternativa que verdaderamente lo sea, además de valores que puedan ser razonablemente compartidos requiere otros elementos:
- Cercanía e identificación con la sociedad. Algo en lo que percibo que estamos fallando. Ya lo he dicho en otras ocasiones, veo a nuestros cuadros y dirigentes muy solos y aislados. Para ser una alternativa creíble de gobierno deberíamos implicarnos más socialmente. Eso requiere una doble vía de actuación, por un lado hacernos más visibles en los actos y acontecimientos sociales, en las redes sociales y en los círculos sociales, y por otro lado también requiere incorporar a nuestros proyecto a más personas de mayor proyección y capacidad de influencia.
Buscar un ensamble con los ámbitos universitario, educativo, sanitario, en el campo sindical, pero también en el del comercio local y de la empresa, en el de los profesionales liberales y las organizaciones sociales y las comunidades religiosas; acercarnos y acercar a personas con peso e influencia reconocida y reconocible, capaces de dar solvencia a nuestra alternativa y arrastrar a los muchos indecisos y abstencionistas.
Pero para conseguir esto hay que hacer un esfuerzo y también asumir algunos cambios. Para ello nuestro partido debe dar una imagen más abierta y amable que la que tiene. En todos los aspectos. Más entrañable, incluso entre nosotros mismos. Evitar la crispación extrema que tanto rechazo produce en tanta gente; tanto más me atrevo a decir cuanto mayor es la calidad de la persona.
Ya he dicho e intentado explicar en otras ocasiones porqué, en mi opinión, evitar la confrontación no es sólo una cuestión de higiene cívica y democrática sino también la opción estratégica que más nos conviene.
- Un segundo requisito es el rigor en nuestros planteamientos, lo que implica formular propuestas sensatas ampliamente debatidas y consultadas con los sectores interesados, sobre todo en las de más calado. Es necesario activar la organización sectorial del partido, que no propicia suficientemente el debate interno.
Evitar las ocurrencias con las que a veces nos encontramos, que por lo general se vuelven en contra, y sobre todo evitar estar siempre en el no, porque esa reiteración nos resta credibilidad. Hay que estar dispuesto a reconocer el acierto del adversario porque así nuestras críticas serán más creíbles.
La gente no es tonta y sabe distinguir cuándo una crítica es certera, pero también lo es para percibir cuándo es mera consigna o estrategia.