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martes, 24 de agosto de 2010

Pagar o no pagar, difícil dilema

Apenas superado el cenit de felicidad colectiva por la liberación de los dos cooperantes secuestrados, se ha planteado, cierto que sin grandes aspavientos hasta el momento, el debate sobre la legitimidad del pago del rescate, con los cuestionamientos morales, jurídicos y políticos que este conlleva.

¿Se puede o se debe ceder a la exigencia de un chantaje cuando la vida de una persona está en juego? ¿Por qué hoy salvamos a Roque Pascual y Albert Vilalta y ayer sufrimos el martirio de Miguel Angel Blanco? No es fácil responder a estas preguntas. 

El uso del chantaje es tan viejo como el hombre, lo que prueba que es una práctica que en un considerable número de ocasiones funciona para quien lo ejerce. Por otro lado, los casos en que no ha surtido efectos, aun a costa de las más graves consecuencias, tampoco constituyen una rara excepción. No pienso que siempre que se ceda nos encontremos ante una muestra de cobarde o inconsciente debilidad, ni que cualquier actitud de resistencia constituya un acto de sensantez o de heroismo. Cada caso es distinto y no existe un patrón inequívoco de comportamiento.

En una democracia sólo el sentir y la disposición de la sociedad pueden dictaminar cual es la decisión adecuada a las circunstancias. A quienes corresponde en cada caso tomar la decisión, corresponde también interpretar correctamente ese sentimiento. 

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