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jueves, 10 de marzo de 2011

Revolución a otro lado del Estrecho

A la vista de los últimos acontecimiento que se suceden en los paises de Magreb y Oriente Medio se puede suscitar la duda de si nos encontramos ante aquello de que todo cambie para que todo siga igual, o bien si  estamos asistiendo a cambios verdaderamente sustanciales e incluso revolucionarios.

Yo me inclino a pensar que a partir de que las revueltas triunfaran en Tunez y sobre todo en Egipto, en el mundo árabe y sus aledaños ya nada volverá a ser igual. Lo intuyo en los ojos de los manifestantes más jóvenes, en los que aprecio la firme e irresistible determinación del ciudadano harto de ser humillado y pisoteado por regímenes represores y corruptos. Lo veo en la mirada colectiva y en la actitud decidida de esa masa cívica que se manifiesta en las plazas sin temor, y que ha tomado conciencia de su situación y no está dispuesta a dar un paso atrás en la reivindicación de libertad y dignidad, desde la convicción sobrevenida, y este es el cambio fundamental al que estamos asistiendo, de que los regímenes y las dictaduras que les oprimen no son tan fuertes ni inamovibles como a ellos y a todos nosostros nos habían hecho creer, ni tan listos y capaces sus cleptócratas opresores como para controlar las energías de un pueblo harto de injusticia y humillación, al que las nuevas tecnologías proporcionan no sólo una visión global del mundo en el que viven, sino también la posibilidad real e organizarse.

Tal vez la cercanía en el tiempo y la velocidad con que se suceden los acontecimientos nos dificultan evaluar su dimensión, pero hay evidencias que permiten albergar que realmente estamos asistiendo a una auténtica revolución, en la que por primera vez los pueblos árabes pueden sentir al alcance de su mano la democracia, con todas sus impefecciones y a expensas de los inevitables vaivenes en el proceso que habrá de llevarles a su instauración, pero con los ingredientes esenciales que permiten definirla como tal, los que aderezan el concepto soberanía popular, el principio fundamental de que el poder reside en el pueblo.

El rey de Marruecos anunció ayer una profunda reforma constitucional por la que se vería privado de su ancestral prerrogativa de nombrar al jefe del gobierno, al tiempo que se reforzarán los poderes del parlamento y el poder judicial, todo ello en el marco de elecciones "libres y sinceras". El de Yemen ha dicho algo parecido.

Aunque pueda pasar inadvertido, a lo que estamos asistiendo no es nada más y nada menos que el fin del absolutismo en países que hasta ahora no habían conocido otro régimen de gobierno, y aunque estos cambios se quieran presentar como un proceso de reformas, la  verdadera dimensión de lo que está ocurriendo, bien visto, presenta una trascendencia revolucionaria.

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